En el post anterior hablamos de que una de las grandes problemáticas de las marcas culturales es que no comunican de manera eficiente su propuesta de valor. Esto les dificulta alcanzar sus objetivos, especialmente en cuanto a posicionamiento y desarrollo.
Esta problemática se da principalmente porque en este rubro se suele mirar con mucho recelo todo aquello que de una u otra manera involucre la difusión y comercialización de obras desde una perspectiva capitalista e inhumana, totalmente contraria a la razón de ser de una marca cultural.
Pero, como hemos dicho, esto es un gran error que se comete porque se desaprovecha el potencial que tienen estas marcas. Dado que su propuesta de valor está en lo que la colega mexicana Lilian Cazares llama “El ADN de un artista”, también conocido como “branding”, que no es otra cosa que la suma de aquellos atributos que hacen que tu proyecto sea confiable, diferente y relevante.
Y es que cuando aplicamos conceptos de marketing y publicidad a la industria cultural, no estamos “vendiendo” nada a nuestro público, sino que estamos empatizando a través de nuestros valores y principios, de nuestro lado humano y creativo, eso es el Branding Cultural.
Entonces, ¿cómo puedo identificar mi propuesta de valor? En resumen, la respuesta sería: define la personalidad de tu marca. Puede sonar sencillo, pero el proceso para lograrlo no lo es tanto, porque requiere de un trabajo de introspección y sinceridad con uno mismo para encontrarla. Para guiarte, te sugerimos hacerte las siguientes preguntas:
1. ¿Quién soy? ¿A quién represento? ¿Cuál es mi contexto?
Responde con honestidad cuáles son los valores y creencias de tu marca. A qué generación representa, cómo se relaciona con el mundo, cuáles son sus penas, alegrías, dolores, luchas y causas. Esta definición es clave para lograr credibilidad.

2. ¿Por qué hacemos arte? ¿Cuál es el legado que queremos dejar en el mundo?
El arte es una manifestación de la cultura, por lo tanto, se inserta en un contexto social, político, geográfico y económico, bajo un sistema de creencias, entre otros aspectos. Es a través de los detalles que construyen un producto cultural que podemos identificar ese contexto y dotar a una marca del sentido que la conecta y le permite empatizar con un público determinado. Aquí encontramos la relevancia y la diferencia.
3. ¿Qué hace mi marca cultural?
Responder a esta pregunta es algo más técnico y tiene que ver con el producto en sí mismo y sus formatos. En el caso de una banda musical, puede hacer referencia a su estilo, influencias y propuesta en vivo. Por otra parte, un festival de artes escénicas hablará del tipo de programación que ofrece, y un escritor podrá indicar qué géneros literarios y temáticas aborda.
4. ¿Cuáles son mis aspiraciones? ¿Cuáles son mis limitaciones?
Como para cualquier cosa en la vida, es fundamental tener claridad sobre mis objetivos y limitaciones para determinar qué se quiere lograr y en qué escala. Esta pregunta establece la diferencia entre una marca cultural que funcionará a nivel local en un territorio determinado y otra que desee expandirse al país o al mundo.

5. ¿Cómo pretendo alcanzar mis objetivos?
Esta pregunta será clave para la credibilidad de la marca, ya que las estrategias, tácticas y acciones que se implementen deben poder responder a los conceptos, ideas y objetivos establecidos en las preguntas anteriores. Todo lo que se defina aquí debe ser coherente con lo planteado anteriormente.
Si diste con las respuestas responder a estas preguntas de manera consciente, entonces estás muy cerca de poder definir tu propuesta de valor. Recuerda que debe ser relevante, diferente y tener credibilidad. De esa manera, lograrás que tu marca cultural se conecte con la audiencia a un nivel en el que no tendrás que “venderles” nada, porque te lo comprarán todo y además se convertirán en tus embajadores.
Nos gustaría conocer la propuesta de valor de tu marca cultural. Déjanos un comentario y conversemos.
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